Say it with a kiss

Billie Holiday

Fragmento

Al pasar por el portillo, oyó un zumbido de alas. Una gaviota negra descendía en picado sobre él, erró, torció el vuelo y se remontó para volver a lanzarse de nuevo. En un instante se le unieron otras, seis, siete, una docena de gaviotas, blancas y negras mezcladas. Nat tiró la azada. No le servía. Cubriéndose la cabeza con los brazos, corrió hacia la casa. Las gaviotas continuaron lanzándose sobre él, en un absoluto silencio, sólo interrum pido por el batir de las alas, las terribles y zumbadoras alas. Sentía sangre en las manos, en las muñecas, en el cuello. Los agudos picos rasgaban la carne. Si por lo menos pudiese mantenerlas apartadas de sus ojos... Era lo único que importaba. Tenía que mantenerlas alejadas de sus ojos. Aún no habían aprendido cómo aferrarse a un hombre, cómo desgarrar la ropa, cómo arrojarse en masa contra la cabeza, contra el cuerpo. Pero, a cada nuevo descenso, a cada nuevo ataque, se volvían más audaces. Y no se preocupaban en absoluto de sí mismas. Cuando se lanzaban en picado y fallaban, se estrellaban violentamente y quedaban sobre el suelo, magulladas, reventadas. Nat, al correr, tropezaba con sus cuerpos destrozados, que empujaba con los pies hacia delante. Llegó a la puerta y la golpeó con sus ensangrentadas manos. Debido a las tablas clavadas ante las ventanas, no brillaba ninguna luz. Tod o estaba oscuro. —Déjame entrar —gritó—; soy Nat. Déjame entrar. Gritaba fuerte para hacerse oír por encima del zumbido de las alas de las gavi otas. Los Pájaros Y Otros Relatos Daphne Du Maurie r Entonces vio al planga, suspendido sobre él en el cielo, presto a lanzarse en picado. Las gaviotas giraban, se retiraban, se remontaban juntas contra el viento. Sólo el planga permanecía. Un solo planga en el cielo sobre él. Las alas se plegaron súbitamente a lo largo de su cuerpo, y se dejó caer como una piedra. Nat chilló, y la puerta se abrió. Traspuso precipitadament e el umbral y su mujer arrojó contra la puerta todo el peso de su cuer